El mensaje de Enrique Peña Nieto a la nación es vergonzoso. Se presenta como un mandatario consternado, quien entiende el enojo y la frustración de la población, para inmediatamente chantajearla y pasarle la estafeta de responsabilidad al país.
El discurso - mal estructurado, a mi gusto - del mandatario suena como algo que un individuo manipulador y abusivo diría a su pareja, con la intención de hacerla sentir culpable de los errores del primero, para luego disculparse, decirle que la ama y perdona.
Quién sabe quien escribió el discurso, pero que Peña Nieto haya pensado que era buena idea usarlo demuestra su falta de buen criterio. Otra posibilidad es que secretamente quiere ser odiado; quizá sus gustos son sado-masoquistas. Todo esto es sólo mi opinión, nada más.
Nadie que quiere ganarse un grupo de personas se porta condescendiente con ellos; alguien que busca mostrar empatía no manda al banquillo de los acusados a quién se dirige; ¿qué tipo de persona pide unidad nacional mostrando que su afecto no va al país? Al parecer un dirigente cínicamente insensible a la situación de la población a la que representa.
Durante el mensaje Peña Nieto presentó números que no hacen sentido (“el 10% de la población de mayores ingresos, consume 40% de la gasolina”), obligaciones gubernamentales como favores y expresiones que rayan en amenazas; y aunque no es una novedad, también culpó a administraciones anteriores de los problemas que hoy se viven.
Personalmente, me da pena Enrique Peña Nieto, porque no sólo no sabe qué hacer con la situación que tiene a la mano, sino que lo demuestra; lo anterior queda demostrado en este mensaje, el cual seguro sólo alcanzo a algunos pocos.
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