‘Odio pensar… porque pensar te lleva a responsabilizarte. Te responsabilizas de la tarea, de la gente y de la vida’.
Parece que fue ayer. Pero no, no fue ayer, fue en enero del 2000, una mañana linda; estaba desayunando en Centrales*. Estaba muy metido en mis pensamientos. Tantas cosas qué pensar y preocuparme por ellas. Fue un mes difícil; comenzaba mi segundo semestre de Prefecto, mi cuarto de carrera, comenzaba a trabajar y estaba Mine. Había muchas cosas nuevas para mí; también muchos pendientes. Estaba tratando de comer mi desayuno y no podía pensar, pero no lo intentaba tampoco, porque sabía que cuando me pusiera a pensar, todas mis responsabilidades comenzarían a brotar y habría de atenderlas. Entonces esa mañana escribí algo… que creo que se perdió, pero una de las frases que recuerdo es la que está escrita al principio.
Así he estado… desde… no sé, ¿qué importa? Siempre me pasa cuando ando desvelado. Francamente no recuerdo si lo he dicho antes, pero cuando me desvelo, algo se destapa en mí y entonces me pongo más sensible, por tanto, más taciturno. Además, hay como una revoltura de vibras en casa; no estoy seguro que eso sea lo que de repente no me deja dormir o me despierta a mitad de la noche; no sé si sea eso, mis preocupaciones, mis sueños o el calor de mi cuarto.
Eso también es otra cosa: mis sueños. Ahora en mis sueños aparecen señales; parece que en ellos se depositan mensajes de personas a las que debo acercarme o que pronto pasará algo con ellos con respecto a mí. Y se quedan en mi mente y mi corazón muchos días; se quedan como un pendiente que necesito atender en algún momento, aunque sea sólo para decirle a esa persona que soñé con ella.
De alguna manera me desespera que pasen cosas en casa y, estando tan cerca, - en realidad - estoy muy lejos. La casa se ha envuelto en una atmósfera poco común, pero no extraña a mí. Lo peor es que no puedo hacer nada… así, nada. No sé si es mi aceptación a la vida de casa o la búsqueda de cierta “tranquilidad”… de cualquier tipo.
Así, estoy tirado en mi cuarto y me pongo a hacer cuentas.
- A ver, van 2 años y 6 meses que la Ausente y yo no nos vemos… ella cumple 2 años con su novio actual… un momento, ¿dos años? No puede ser, porque cuando ella se fue todavía hablaba del gringo… ¿seis meses?... mmmm, ¿de qué me perdí?
Entonces entro en momento como que de pseudotristeza, que más bien es como una decepción y coraje; entonces, evito pensar al respecto.
Va como un mes que deseo hablar con la Porrista. Pero no puedo… no me hago de suficientes fuerzas para llamarla. O si la llamo, como que no siempre es el mejor momento… quizá “nunca” es el momento. Y son ganas muy sinceras, muy puras… sólo quiero hablar con ella, escucharla, saber qué hace, cómo le va, quiero verla hacer muecas, reírse, ver sus ojitos, sus labios y esa sonrisa angelical.
Trato de no pensar en los compromisos de vida (deudas, dinero, compromisos, etc.) y me tiro a ver la tele para tratar de distraerme. Pero no todo sale bien… solamente me queda fingir y hacerme creer que no pienso en nada.
Llevo meses tratando de no exagerar, de tomar las cosas con calma y no exasperarme; trato de ver el mundo fuera de mí, para no sentir que es injusto conmigo. Quiero ver la realidad, para no vivir mi fantasía y saber que no actúo egoístamente. Trato de crear una atmósfera que me permita vencerme y renacer; que me permita superar mis miedos y limitaciones, en vez de seguir revolcándome en la misma mierda. Por eso no quiero pensar en nada, para no complicarme la vida.
Hago un esfuerzo por ser paciente, porque ya van a llegar las vacaciones.
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* Un comedor del Tec, Campus Monterrey.
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