Sé que les atraerá el título. Sé que querran saber quién me lo dijo (porque de otra de otra manera no lo hubiera puesto entre comillas).
Bueno, pero antes dejen que les platique de mi abuelita. Mi abulieta es una señora que anda alrededor de los 80 (me imagino que como toda mujer, no le gusta decir su edad). Doña Edith Capitaine Coutorier, progenitora de mi padre, es una señora que de haber sido de estirpe italiana, nos hubiera vuelto a todos una especie de familia Corleone, comenzando por mí papá (el mayor de los varones).
Mi mamá me ha platicado unas historias, que en parte me tocaron verlas y vivirlas. Como la típica mamá de mediados del siglo XX, hacía de comer como si todo un regimiento completamente hambriento fuera a comer a la casa; aunque estamos hablando que en la familia eran 7 hijos (Edith, Lourdes, Gerardo, Pablo, Elizabeth, Eduardo y Ernesto) más Don Gerardo (es decir, mi abuelo), más los que caían y los que ayudaban en la casa - entonces creo que sí, estamos hablando de un número respetable de personas que alimentar. Las horas para comer, ver la tele y dormir son claros en casa de mis abuelos; mi abuela es como el sol y la luna en eso. De ahí que era la que ponía orden, por ejemplo, en la mesa entre los hijos y los nietos. Yo odiaba ir a San Rafael (lugar de origen de la familia Thomas) por el hecho de aguantar levantarme a las 5:30 am para desayunar con mis abulos; y aunque las otras comidas tenían horarios más flexibles, el hecho de tener que comer todo lo que me servía mi abuela y no poderme levantar, bajo la amenza de ser ajusticiado por el famosísimo 'amanzalocos'. Todo era un suplicio: mi abulea praticamente me tenía vigilado todo el tiempo y para todo había un fuerte 'no'.
Así, mi abuela para mí era el verdugo más inescrutable y descorazonado que existía. La imagen de mi abuela no era la que tenía del resto de las abuelitas que conocí o mi abuela postiza (porque tengo una abuela postiza). De hecho, podría decir que mi abuela y yo no nos llevabamos de ninguna manera; todo pintaba para que las cosas así fueran.
Pero algo paso: mi abuela cambió. ¿Cómo?, ¿Por qué?, ¿De qué?, ¿Cuándo? Bueno, definitivamente hay muchas razones e historias. Pero esa mujer implacable y dura, se ha convertido en una dulce y amorosa abuelita. Ella misma se ha dado cuenta que ser así, le trae más gustos que antes.
Hoy, llamó a mi papá que estaba en casa de mi abuela para hablar de negocios y me contesto mi abuela. En su platica se veían las ganas de charlar conmigo y antes de soltar el teléfono para darselo a mi papá, sin que el la escuchara, me dijo: "¿Sabes qué? Que te quiero mucho".
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